Basado en hechos reales.


image

Lo que sigue es fruto de la incapacidad para disculparse, algo aparentemente sencillo.

¡Joder! ¡Qué manía tenemos de criticar todo y a todos y, lo que para mi es peor, negar la evidencia!

Tras un toque de atención a un adulto, se lía el asunto. No tengo interés en mencionar los motivos, tan sólo que en este caso, yo tenía razón, aunque tal punto no puedo demostrarlo en este blog.

Algunos puritanos enseguida se escandalizan cuando alguien se expresa con interjecciones utilizando palabras, según dicen, malsonantes. Aluden a su supuesta virtud en el uso del lenguaje, aunque ésta aplica cuando les interesa; faltaría más. Como con el lenguaje, su puritanismo es de quita y pon, a discreción del individuo y según lo requiera la ocasión; por supuesto, en función de parámetros ajenos a nuestro entendimiento.

Lo cierto es que, esas palabras, a mi me suenan de puta madre, y son tremendamente descriptivas a la hora de expresarse, particularmente en lo que a estados de ánimo se refiere, sin que sea necesario mediar explicaciones adyacentes. Están en el diccionario de la RAE y -salvo alguna composición que efectivamente suena mal, suele ser descalificativa y empleada con un ánimo claramente lesivo-, no se clasifican como malsonantes o vulgares, sino todo lo contrario, como usadas comúnmente.

Pero no falta quien, erigiéndose cual adalid, reprende a quien así se expresa con un exabrupto. ¡Maleducado!, dice, pretendiendo zanjar de raíz el asunto con tan pobre ardid para desviar la atención. No tengo claro en este punto si lo dice todo junto o separado, lo que introduce un matiz decisivo. En el primer caso, no puedo estar de acuerdo ya que ni soy un niño -dan fe de ello algunos pelos … canosos- ni he transgredido las normas de cortesía y respeto, que en cualquier discusión, por agria que sea, deben respetarse. En el segundo caso, como dos palabras, es conjeturar sobre el pasado del pretendido ofendido -yo- lo cual, salvo que exista un conocimiento expreso de tal circunstancia -no existe tal conocimiento-, está fuera de toda cuestión, al menos del origen de la discusión.

Quizá, asumiendo que haya a quien le suenen mal algunas palabras, hubiese sido más acertado decir «malhablado», lo que podría concederle como una constatación de un hecho cierto y, al menos, no especularía. Pero quién ofende, o lo intenta, suele ser debido a una carencia argumental importante o, en la mayor parte de las ocasiones, a su incapacidad para reconocer un hecho cierto ante la vergüenza que ello le pueda ocasionar.

En resumen, la forma de expresarse es una elección personal; como quien decide entre dejarse el pelo largo o frente, como yo. Es de personas bien educadas la utilización de los registros adecuados en cada situación; de mal educados, o quizá mal aprendidos, no hacerlo; de maleducados, no siendo niño, faltar a la cortesía, al civismo o al respeto, y; de gilipollas tocarle los huevos a quien no se debe.

Así pues, muy señor mío (tratamiento de cortesía), como ya le he dicho y viendo que las circunstancias mencionadas en el párrafo anterior, con excepción de la buena educación, concurren en su persona, ¡váyase usted a hacer puñetas!; cortés, respetuoso, coloquial y meridianamente claro.

Nota del autor: Basado en hechos reales.

Guillermo D. Cobelo.

2 comentarios

  1. La verdad es que en temas de este tipo siempre es muy curioso como la gente hace un uso arbitrario de los adjetivos que como bien apuntas están la mayoría recogidas por la RAE. Conociéndote supongo que el uso en este caso por tu parte, de según que «palabros» debía de estar bien justificados y como presumo de conocerte un poquito me parece un acierto y hasta SALUDABLE que dejarás salir por la boca unos cuantos «sapos» y es que si no se utiliza en determinadas circunstancias esos términos ¿cuando lo haríamos?

    ¡¡Manda carallo…!!

    Me gusta

Deja tu comentario