… los denominados pueblos rojos, ubicados en la provincia de Segovia, el amigo Maps decidió que podíamos -más bien que debíamos, porque en ningún momento lo sugirió- atajar; -para que seguir por la carretera con un vehículo tan chulo, ¿¡a ver si funciona por aquí!? -digo yo que habrá razonado.
Por un momento creímos que las pistas eran la única forma de llegar al que nos habíamos propuesto.
El polvo del camino era lo de menos, aunque mirando por el retrovisor parecía que nos perseguían una horda de indios al galope. Reconozco que daba algo de vértigo ver como pasaban los kilómetros y se iban abriendo ante nuestros ojos extensiones enormes de campos cultivados.
Transitábamos por enormes cicatrices, mal cicatrizadas, que bordeaban los cultivos. Los cruces, bretes tremendos: elegir entre todo el polvo del universo o un pedregal de piedras afiladas diseñadas para rebanar neumáticos.
Al final, reparando en la enfermedad que afecta a la humanidad -esa cuyos síntomas muestran tendencia a asfaltarlo todo- Sentidiño tomo el control, previa parada para inmortalizar el momento.
La Luz del Tiempo 
Preciosa foto. Acabo de ponerla de salvapantallas. Nunca oí nombrar los pueblos rojos. Gracias
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Me alegro dé que te guste. Un saludo.
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